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Cayendo en caída libre: mi primer paracaidismo

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El desafío de sobreponerse al miedo

Hacer paracaidismo es una de las actividades que desafía nuestra perspectiva de la vida y nos enfrenta a nuestros miedos más profundos. En lo personal, siempre quise experimentar la caída libre y saber cómo se siente estar en el aire sin nada debajo de mis pies.

No obstante, la idea de arrojarme desde un avión a más de 10 mil pies de altura me causaba miedo y ansiedad. Pero, ¿qué es la vida sin desafíos? ¿Cómo puedo animar a otros a salir de su zona de confort si yo misma no estoy dispuesta a hacerlo?

La preparación previa al salto

Antes de hacer nuestro salto, tuvimos que asistir a una corta sesión informativa que nos brindó un instructor experimentado de paracaidismo. Nos habló sobre los procedimientos de seguridad, la posición correcta para el salto y los signos que debíamos usar para comunicarnos con nuestro instructor en caso de emergencia.

Una vez que terminamos la sesión, nos pusimos el equipo de paracaidismo y abordamos el avión. Durante el ascenso, traté de no pensar en el salto y aproveché la oportunidad para disfrutar de la vista desde el aire.

El momento de la verdad: la caída libre

Después de varios minutos de ascenso, llegamos a la altitud adecuada. Mi instructor me dio la señal para que me acercara a la puerta del avión y durante un momento se abrieron ambas puertas y el viento entró en el compartimiento.

En ese instante, mi cabeza se llenó de pensamientos, ¿y si algo sale mal? ¿estoy lista para esto? ... Pero antes de que pudiera pensar demasiado, mi instructor saltó del avión llevándome con él. Y entonces, sentí una inmensa libertad al caer hacia abajo a una velocidad de más de 200 kilómetros por hora.

La caída libre duró unos 60 segundos, pero se sintió como una eternidad. Fue una de las experiencias más emocionantes e indescriptibles de mi vida. Durante esos segundos de caída libre, todo lo que había en mi mente era una sensación de euforia, libertad y pura alegría.

La experiencia en su conjunto

La caída libre fue sólo una parte de la experiencia. Después de unos 60 segundos, mi instructor abrió el paracaídas y comenzamos a descender lentamente. Durante los pocos minutos de descenso, pude disfrutar de la vista panorámica y procesar todo lo que acababa de suceder.

El aterrizaje fue suave y seguro. Una vez que pisamos el suelo, sentí una mezcla de emociones: euforia, alivio y un sentimiento de realización. Me di cuenta de que había logrado vencer mi miedo y hacer algo que jamás imaginé que sería capaz de hacer.

Conclusiones

Siempre hay una primera vez para todo y, aunque pueda ser aterrador, siempre vale la pena intentarlo. La caída libre fue una de las experiencias más emocionantes y desafiantes de mi vida. Me enseñó a enfrentar mis miedos y pude disfrutar de un sentido de libertad única e incomparable.

Si alguna vez estás buscando una aventura emocionante, te recomiendo encarecidamente intentar el paracaidismo. Será una experiencia que recordarás durante toda tu vida.